Recuerdos del Día de los Santos 30/10/02
RECUERDOS DEL DÍA DE LOS SANTOS
Cuando se acercan estas fechas de Todos los Santos, como las Navidades, con el recuerdo de los seres queridos a flor de piel, a mi siempre se me viene a la memoria las vivencias de mi niñez junto al cementerio de La Purísima, que fue la zona de juegos de muchos de los niños nacidos y criados en esas calles; jugando a alargar los días, mejorándolos siempre con nuestra sana inocencia. La de Castellón de la Plana sin coches, de sonora alegría infantil a cada instante, las de Sagasta y Duque, zurcidoras de recuerdos volátiles, o el alto Ataque Seco con su estampido de estopa al mediodía; nuestro ventoso Pueblo, sin norma alguna, siempre luchando con su poesía contra la oscuridad del mar, creyendo que todo el año es primavera y queriendo enseñar el ancho camino de agua que hace cinco siglos España abrió en Africa. Un día le llamé: Rincón Rusadiano; me salió así, por las buenas, con sus murallas y atalayas curiosas del verde y azulado mar que las golpea sin piedad; la voz de la lluvia que revolotea con el viento en sus viejas azoteas; la fragancia del agua junto a las rocas o el sabor a marisco fresco de sus playas. A veces mi pensamiento se convierte en un crisol donde inmensos colores salen en tropel mezclados con los lejanos y cercanos recuerdos melillenses. Mi amigo Rafalito, un malagueño que quiero adoptarlo melillense, (él se deja llevar) me dijo un día con tristeza que no conoció a su madre ya que ésta falleció al parirlo. De verdad que sentí congoja al escucharlo. Mi madre, .... yo la conocí el día que recibí el primer beso de luz diciéndole, como si viniera de hacerle un mandado de Casa Micaela: “hola mama, ya estoy aquí ” . Ese día era plomizo de un octubre melillense. A mi padre lo reconocí apenas lo vi sonriéndome debajo de su bigote, todo ufano y contento junto a la cama paritoria. La sonrisa de mi padre siempre me salpicaba contagiándome de su alegría tan sincera. Tengo que decir que desde ese momento jamás dejaron de quererme. Por el olor reconocí que mi casa era modesta y limpia, de manzana y ropa almidonada. Como aún no articulaba palabra alguna yo abría los ojos curiosos como un búho para que supieran que estaba en la vida y que había otro miembro en la familia . Mas tarde me presentaron a mis hermanos.
Hoy, como cada año, y ya son muchos, descansan en La Purísima escuchando el mar que tanto amaron como la música de la eternidad. Siempre rememoro como una letanía un poema que leí en una de sus tumbas silenciosas : “Una lágrima se evapora, / una flor se marchita / y una oración la recoge Dios.” El tiempo lava y desenvuelve, ordena y continua, pero los recuerdos de los seres mas queridos y si éstos fueron bondadosos, se sienten en lo mas profundo de nuestras almas.
Que sean felices
Juan J. Aranda
Málaga 30 de Octubre de 2002
Melilla está amasada por las mejores manos de la gloria de tantos y tantos héroes que la defendieron sin recibir nada a cambio; solo la esperanza de ver lo que es hoy en día: una ciudad luminosa que piensa y canta en la lengua cervantina, española por excelencia.
Deseo que los hilos de humo amoroso que empañan recuerdos oscuros de canciones de combates, sirvan éstos versos para caminar por los senderos y vericuetos del amor, donde palpita la ternura de la vida, con su castellano esquinado siempre.
La noche ha roto la luz,
El agua no se mira en su espejo,
La luna está de paseo
Y a mi calle la dejó sin plata.
A mi calle de Castellón
Qué azul es el azul de su bandera,
Como el añil limpio de su mar.
Las calles de mi ciudad “guerrera”
Un vergel cervantino tiene al hablar.
A Melilla
Qué ganaría sufriendo
Por un mundo que no entiendo
Mientras, entre ellos se matan,
Y yo de pena llorando.
Fuera guerras
Inocente alondra, pobre poeta
Que te consumes y no atinas.
Cuando quedes dormido bajo tierra,
Cuando no oigas nada las margaritas,
Alguien te dirá al oído, que eres poeta.
A los poetas
Melilla, de encajes que te bordó la luna
La sal de tu lucero rezuma
Las partes que hizo de una en una.
A Melilla
El olor de su placenta lo llevé
Impregnado hasta su muerte y
Aun hoy parece que lo siento
Cuando su rostro bondadoso
Me viene al pensamiento.
A mi madre
No me tengo por poeta pero si al mundo por poesía.
Donde nadie escucha, los poetas oyen y donde nadie mira los poetas ven.
Cuando se acercan estas fechas de Todos los Santos, como las Navidades, con el recuerdo de los seres queridos a flor de piel, a mi siempre se me viene a la memoria las vivencias de mi niñez junto al cementerio de La Purísima, que fue la zona de juegos de muchos de los niños nacidos y criados en esas calles; jugando a alargar los días, mejorándolos siempre con nuestra sana inocencia. La de Castellón de la Plana sin coches, de sonora alegría infantil a cada instante, las de Sagasta y Duque, zurcidoras de recuerdos volátiles, o el alto Ataque Seco con su estampido de estopa al mediodía; nuestro ventoso Pueblo, sin norma alguna, siempre luchando con su poesía contra la oscuridad del mar, creyendo que todo el año es primavera y queriendo enseñar el ancho camino de agua que hace cinco siglos España abrió en Africa. Un día le llamé: Rincón Rusadiano; me salió así, por las buenas, con sus murallas y atalayas curiosas del verde y azulado mar que las golpea sin piedad; la voz de la lluvia que revolotea con el viento en sus viejas azoteas; la fragancia del agua junto a las rocas o el sabor a marisco fresco de sus playas. A veces mi pensamiento se convierte en un crisol donde inmensos colores salen en tropel mezclados con los lejanos y cercanos recuerdos melillenses. Mi amigo Rafalito, un malagueño que quiero adoptarlo melillense, (él se deja llevar) me dijo un día con tristeza que no conoció a su madre ya que ésta falleció al parirlo. De verdad que sentí congoja al escucharlo. Mi madre, .... yo la conocí el día que recibí el primer beso de luz diciéndole, como si viniera de hacerle un mandado de Casa Micaela: “hola mama, ya estoy aquí ” . Ese día era plomizo de un octubre melillense. A mi padre lo reconocí apenas lo vi sonriéndome debajo de su bigote, todo ufano y contento junto a la cama paritoria. La sonrisa de mi padre siempre me salpicaba contagiándome de su alegría tan sincera. Tengo que decir que desde ese momento jamás dejaron de quererme. Por el olor reconocí que mi casa era modesta y limpia, de manzana y ropa almidonada. Como aún no articulaba palabra alguna yo abría los ojos curiosos como un búho para que supieran que estaba en la vida y que había otro miembro en la familia . Mas tarde me presentaron a mis hermanos.
Hoy, como cada año, y ya son muchos, descansan en La Purísima escuchando el mar que tanto amaron como la música de la eternidad. Siempre rememoro como una letanía un poema que leí en una de sus tumbas silenciosas : “Una lágrima se evapora, / una flor se marchita / y una oración la recoge Dios.” El tiempo lava y desenvuelve, ordena y continua, pero los recuerdos de los seres mas queridos y si éstos fueron bondadosos, se sienten en lo mas profundo de nuestras almas.
Que sean felices
Juan J. Aranda
Málaga 30 de Octubre de 2002
Melilla está amasada por las mejores manos de la gloria de tantos y tantos héroes que la defendieron sin recibir nada a cambio; solo la esperanza de ver lo que es hoy en día: una ciudad luminosa que piensa y canta en la lengua cervantina, española por excelencia.
Deseo que los hilos de humo amoroso que empañan recuerdos oscuros de canciones de combates, sirvan éstos versos para caminar por los senderos y vericuetos del amor, donde palpita la ternura de la vida, con su castellano esquinado siempre.
La noche ha roto la luz,
El agua no se mira en su espejo,
La luna está de paseo
Y a mi calle la dejó sin plata.
A mi calle de Castellón
Qué azul es el azul de su bandera,
Como el añil limpio de su mar.
Las calles de mi ciudad “guerrera”
Un vergel cervantino tiene al hablar.
A Melilla
Qué ganaría sufriendo
Por un mundo que no entiendo
Mientras, entre ellos se matan,
Y yo de pena llorando.
Fuera guerras
Inocente alondra, pobre poeta
Que te consumes y no atinas.
Cuando quedes dormido bajo tierra,
Cuando no oigas nada las margaritas,
Alguien te dirá al oído, que eres poeta.
A los poetas
Melilla, de encajes que te bordó la luna
La sal de tu lucero rezuma
Las partes que hizo de una en una.
A Melilla
El olor de su placenta lo llevé
Impregnado hasta su muerte y
Aun hoy parece que lo siento
Cuando su rostro bondadoso
Me viene al pensamiento.
A mi madre
No me tengo por poeta pero si al mundo por poesía.
Donde nadie escucha, los poetas oyen y donde nadie mira los poetas ven.
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