sábado, enero 28, 2006

Recuerdos y sempiternas reivindicaciones 24/08/02

RECUERDOS Y SEMPITERNAS REIVINDICACIONES


El Hospital del Rey cumple 250 años desde el comienzo de su construcción. Ese es el titular que leo en el periódico del 21 de Agosto. Mi mujer que también siente el melillismo por haber nacido en el barrio de Del Real, haciéndome cómplice de su sonrisa me señaló la fotografía de la fachada principal y recordarme que ahí, dentro de esas vetustas paredes, en una sala donde los domingos y días festivos se hacían bailes en plan discotequero, fue donde nos conocimos. Corrían los años sesenta del siglo pasado. Hay que ver lo lejano que suena decir siglo pasado cuando solo han transcurrido dos años desde que empezamos el nuevo siglo y también el nuevo milenio.
A veces el pensamiento se aleja lentamente de mi; luego llego a un camino que me acoge sonriente desde la lejanía, con los largos brazos de la vida. El ayer lo viví ya. El ahora lo tengo todo provisional que, como los vinos, envejece con el amor. Así recuerdo mis bailoteos en el Hospital del Rey con la que ahora es mi esposa, junto al Bonete, faro que alumbra la mar. Allí fue donde la conocí, mi novia, mi esposa, mi amante, mi Ana. Aunque es un sitio ventoso en invierno para nosotros era sumamente cálido. Lo sentíamos al pasear solos junto a los inmensos y brillantes cañones que no disparaban. Así recordábamos, al ver la fotografía del hospital, nuestro amor balbuceante en Melilla.
A veces cuando me sumerjo en los recuerdos de mi noviazgo no me gusta despertar de esa especie de bello letargo que envuelve mi juventud con la de Ana. Hoy con los vendavales pasados durante mas de tres décadas conservamos aun el oleaje de nuestro amor cuando ya pasamos el medio siglo de existencia viendo a nuestros hijos como hombres en plena madurez y juventud.
Leo que el PIM ha anunciado su intención de proponer al conjunto de la Asamblea que suscriba una moción que permita homenajear a dos profesores melillenses de reconocido prestigio, que son el fallecido Andrés Pimentel y José María Antón. Según el líder del PIM entiende que ambos docentes reúnen méritos suficientes como para que den nombre a sendos centros públicos de enseñanza. “Consideramos que sería conveniente que se les hiciera este reconocimiento público, que sin duda merecen”.
No sé si a estos doctos señores se le harán los homenajes que propone ese partido, espero que sea aprobada la moción y sus nombres figuren en las fachadas de los centros de enseñanzas citados. Lo deseo de corazón. Yo también tengo la ilusión, aunque sea vana, no me importa, de que a mi maestro de música Don Julio Moreno figure en el callejero de la ciudad que él tanto amó y donde enseñó a tantos niños durante varias décadas. Aunque una moción presentada por un partido político es distinta y tiene mas fuerzas y también hace mas ruido, aunque tenga pocas nueces, que la de este humilde melillense de a pié, que solo desea que el nombre de su profesor sea recordado en la ciudad donde enseñó música a tantos niños de las décadas de los cuarenta y cincuenta. Los niños que aprendíamos el arte de la música en el Mantelete éramos de familias modestas, de las que nuestros padres sólo percibían un sueldo pequeño, y fíjense, de ahí han salido varias generaciones de músicos, todos niños, hijos de Melilla de las décadas en que España padecía las consecuencias de las guerras.
El gran Mozart decía que la música sirve para tender puentes y no para sabotearlos. Imagínense como sería el mundo si los hombres pudiéramos percibir el auténtico poder de la armonía, sea musical o abstracta. Los grandes genios, como él conseguían cosas como en “Las Bodas de Fígaro” que la violenta discusión de ocho personajes se convirtiera en un monumento a la armonía. La combinación de los sonidos con el tiempo (compás) es una de las artes mas creativas y deliciosas que hay en la Tierra, la música en toda su extensión. Créanme que estas y muchas cosas mas la aprendimos en las humildes, pero ricas, clases de solfeo e instrumentación con Don Julio Moreno en la calle Medina Sidonia en el Mantelete.


Málaga 24 de Agosto de 2002

Juan J. Aranda