De la feria 18/08/02
DE LA FERIA Y ALGUNA CONSECUENCIA
Como sabrán en Málaga estamos de feria hasta el lunes 19 de este mes de Agosto y como cada año la gente se dispone a pasarlo lo mejor posible, engalanando sus casetas, me refiero a las peñas, que hay un montón, y nuestra Casa de Melilla, que está una jartá de bonita situada en la calle “La Trini” (una cantaora) . En una de las paredes exteriores han colocado una gran fotografía donde se pueden ver un edificio de la Avenida, la Puerta de Santiago y el Ayuntamiento; y en la puerta de entrada nuestro escudo donde se puede leer la leyenda de los Guzmanes. Como anécdota simpática a mi amigo José Casado, actual Presidente de la entidad y a varios de sus vocales, les “recriminé”, repito que fue amigablemente, el hecho de que en todas las casetas de la feria existe, para separarlo del público, un reservado con su baranda, con varias mesas y sillas forradas de tela donde son recibidas las autoridades y poder agasajarlas con tranquilidad . Sé que hay personas que estarán de acuerdo con esa medida, pero yo, como soy un poco tiquismiquis, qué quieren que les diga, me parece que es algo discriminatoria. Verán: si un político, ya sea alcalde, concejal o ministro, se le sirve sin protocolo alguno junto a la buena gente que acude a una caseta de feria a divertirse una copita para que se “bañe” de multitud, que siempre viene bien un buen baño; ¿ no creen ustedes que saldrían mas contentos al haber estrechado varias manos de sus votantes ?, y mas si estos están calentitos de mollate y de bailoteo. Quede claro que mi opinión particular es que el “señor Protocolo” en una feria no debe existir ya que a ella vamos a divertirnos, a bailar, a reírnos y a tomarnos algunos finos que durante el año , mucha gente no lo hacen.
Y referente a las copitas, en este caso tomadas de mas, diré que la tarde del sábado 17 de este mes circulando con mi coche en compañía de mi esposa por la calle actriz Rosario Pino de Málaga, a la espalda del antiguo hospital de la Cruz Roja y también del hospital psiquiátrico Sagrado Corazón, observamos a un muchacho, aparentemente bien vestido, tendido todo lo largo de su cuerpo y dormido en la acera con síntomas de haber ingerido de esas copitas mas de lo que su hígado le permitió. El pobrecillo tenía la cara blanca como la cal. Decían que había estado en la feria del Centro. El caso es que todo el mundo se paraba y nadie hacía nada hasta que nos decidimos, por medio del teléfono portátil (móvil), llamar a la policía para que enviaran una ambulancia y se lo llevaran a un hospital, como así ocurrió a los pocos minutos.
Sobre esto de las borracheras hay una anécdota de Diego Ceano en sus “Historias y Chascarrillos Malagueños” en su página 227 titulada “La Leyenda del Vino”. Dice Ceano que hubo en Málaga una taberna, como tantas otras, que lucia sus paredes un color amarillento; botellas en la estantería llenas de polvo y telarañas junto a otras mas limpias por el uso llenas estas de licores corrientes y baratos. El mostrador o barra era de madera, según su propietario era de un viejo buque que arribó un buen día al puerto; sobre el tablón de oscura imagen había unos números pintados de tiza blanca. El tabernero presentaba un aspecto propio de los que a fuerza de mucho beber, terminan minando el hígado. Camiseta sucia, gordinflón, mejillas coloradas, una colilla haciendo equilibrios en sus labios. Junto a una mesa del salón había tres hombres sentados en unas sillas de anea dando cuenta del contenido de tres vasos. La rutina se vio interrumpida por la entrada de un anciano, que pese a ser uno de los meses calurosos, llevaba puesto un pobre traje oscuro con chaleco y camisa. El anciano dirigiéndose al mostrador y poniendo el sombrero de fieltro encima pidió sin mas “un blanco”. Uno de los hombres que estaba sentado y a los que a su desocupación y aburrimiento le hacía ser impertinente, le increpó : “¿ Abuelo, no hace mucha calor para llevar todavía el traje ? “. El anciano se volvió y con el vaso en la mano se acercó sin hablar hasta donde estaban aquéllos hombres. Él los conocía y se sentó a su vera. “La verdad es que sí, pero es lo único que poseo”. “No me va usted a decir que después de tantos años de maestro no tiene usted ahorrado algunos dinerillos” . “Los tuve... pocos, pero los tuve y también tuve casa y mujer que me cuidaba y amigos también tuve.... y se fueron “. “Pero que le pasó “, le preguntaron. “El vino, mi afición a la bebida hizo que lo perdiera todo, hasta el respeto, hasta mi propia estima “. Uno de ellos le dijo :” por eso hay que tener mucho cuidado con la bebida, se lo dice uno que sabe lo que se habla”. El anciano sabiendo que aquél trío era de su misma cofradía, es decir, alcohólicos, aunque ellos no lo admitieran, como casi todos los alcohólicos, les preguntó si ellos no habían padecido la maldición del pavo, del león, del mono y del cerdo. Los hombres se miraron sin saber lo que el viejo estaba hablando.
El viejo les contó a continuación una leyenda que según decía hizo que todos los que abusaban del dulce néctar de los viñedos cayeran en esa maldición : “ Tras la gran inundación del Diluvio y tocar tierra firme, el viejo Noé, estaba plantando unos viñedos en un huerto de vides al que le prodigaba una exquisita atención y cuidados. El diablo, celoso de Noé, que no le hacía caso decidió vengarse. Así cuando la viña estuvo plantada, el diablo la regó con la sangre de un pavo real. Cuando al tiempo le brotaron las hojas, el diablo las volvió a regar con sangre de mono. Cuando los racimos de uvas comenzaron a solazarse con los rayos del sol de la mañana, volvió el diablo y las regó con sangre de un león y cuando las uvas estuvieron maduras las regó con sangre de un cerdo.
Con esto, el diablo se vengó de Noé, haciendo desde entonces que el que bebiera vino, sintiera con su primer vaso, la alegría y la vivacidad del pavo real; al segundo vaso, cuando el vino empieza a subirse a la cabeza, empezaría a hacer muecas y rarezas como el mono; al tercer vaso, el vino le pondría agresivo como un león y con el cuarto vaso, el bebedor se convertiría en un cerdo, cayendo dormido sobre sus miserias “.
Aquélla leyenda no fue del gusto de los contertulios que prefirieron dejar la bebida para otro día y levantándose salieron, tal vez, para no acabar como el cerdo de la leyenda.
Reciban un saludo
Juan J. Aranda
Málaga 18 de Agosto 2002
Como sabrán en Málaga estamos de feria hasta el lunes 19 de este mes de Agosto y como cada año la gente se dispone a pasarlo lo mejor posible, engalanando sus casetas, me refiero a las peñas, que hay un montón, y nuestra Casa de Melilla, que está una jartá de bonita situada en la calle “La Trini” (una cantaora) . En una de las paredes exteriores han colocado una gran fotografía donde se pueden ver un edificio de la Avenida, la Puerta de Santiago y el Ayuntamiento; y en la puerta de entrada nuestro escudo donde se puede leer la leyenda de los Guzmanes. Como anécdota simpática a mi amigo José Casado, actual Presidente de la entidad y a varios de sus vocales, les “recriminé”, repito que fue amigablemente, el hecho de que en todas las casetas de la feria existe, para separarlo del público, un reservado con su baranda, con varias mesas y sillas forradas de tela donde son recibidas las autoridades y poder agasajarlas con tranquilidad . Sé que hay personas que estarán de acuerdo con esa medida, pero yo, como soy un poco tiquismiquis, qué quieren que les diga, me parece que es algo discriminatoria. Verán: si un político, ya sea alcalde, concejal o ministro, se le sirve sin protocolo alguno junto a la buena gente que acude a una caseta de feria a divertirse una copita para que se “bañe” de multitud, que siempre viene bien un buen baño; ¿ no creen ustedes que saldrían mas contentos al haber estrechado varias manos de sus votantes ?, y mas si estos están calentitos de mollate y de bailoteo. Quede claro que mi opinión particular es que el “señor Protocolo” en una feria no debe existir ya que a ella vamos a divertirnos, a bailar, a reírnos y a tomarnos algunos finos que durante el año , mucha gente no lo hacen.
Y referente a las copitas, en este caso tomadas de mas, diré que la tarde del sábado 17 de este mes circulando con mi coche en compañía de mi esposa por la calle actriz Rosario Pino de Málaga, a la espalda del antiguo hospital de la Cruz Roja y también del hospital psiquiátrico Sagrado Corazón, observamos a un muchacho, aparentemente bien vestido, tendido todo lo largo de su cuerpo y dormido en la acera con síntomas de haber ingerido de esas copitas mas de lo que su hígado le permitió. El pobrecillo tenía la cara blanca como la cal. Decían que había estado en la feria del Centro. El caso es que todo el mundo se paraba y nadie hacía nada hasta que nos decidimos, por medio del teléfono portátil (móvil), llamar a la policía para que enviaran una ambulancia y se lo llevaran a un hospital, como así ocurrió a los pocos minutos.
Sobre esto de las borracheras hay una anécdota de Diego Ceano en sus “Historias y Chascarrillos Malagueños” en su página 227 titulada “La Leyenda del Vino”. Dice Ceano que hubo en Málaga una taberna, como tantas otras, que lucia sus paredes un color amarillento; botellas en la estantería llenas de polvo y telarañas junto a otras mas limpias por el uso llenas estas de licores corrientes y baratos. El mostrador o barra era de madera, según su propietario era de un viejo buque que arribó un buen día al puerto; sobre el tablón de oscura imagen había unos números pintados de tiza blanca. El tabernero presentaba un aspecto propio de los que a fuerza de mucho beber, terminan minando el hígado. Camiseta sucia, gordinflón, mejillas coloradas, una colilla haciendo equilibrios en sus labios. Junto a una mesa del salón había tres hombres sentados en unas sillas de anea dando cuenta del contenido de tres vasos. La rutina se vio interrumpida por la entrada de un anciano, que pese a ser uno de los meses calurosos, llevaba puesto un pobre traje oscuro con chaleco y camisa. El anciano dirigiéndose al mostrador y poniendo el sombrero de fieltro encima pidió sin mas “un blanco”. Uno de los hombres que estaba sentado y a los que a su desocupación y aburrimiento le hacía ser impertinente, le increpó : “¿ Abuelo, no hace mucha calor para llevar todavía el traje ? “. El anciano se volvió y con el vaso en la mano se acercó sin hablar hasta donde estaban aquéllos hombres. Él los conocía y se sentó a su vera. “La verdad es que sí, pero es lo único que poseo”. “No me va usted a decir que después de tantos años de maestro no tiene usted ahorrado algunos dinerillos” . “Los tuve... pocos, pero los tuve y también tuve casa y mujer que me cuidaba y amigos también tuve.... y se fueron “. “Pero que le pasó “, le preguntaron. “El vino, mi afición a la bebida hizo que lo perdiera todo, hasta el respeto, hasta mi propia estima “. Uno de ellos le dijo :” por eso hay que tener mucho cuidado con la bebida, se lo dice uno que sabe lo que se habla”. El anciano sabiendo que aquél trío era de su misma cofradía, es decir, alcohólicos, aunque ellos no lo admitieran, como casi todos los alcohólicos, les preguntó si ellos no habían padecido la maldición del pavo, del león, del mono y del cerdo. Los hombres se miraron sin saber lo que el viejo estaba hablando.
El viejo les contó a continuación una leyenda que según decía hizo que todos los que abusaban del dulce néctar de los viñedos cayeran en esa maldición : “ Tras la gran inundación del Diluvio y tocar tierra firme, el viejo Noé, estaba plantando unos viñedos en un huerto de vides al que le prodigaba una exquisita atención y cuidados. El diablo, celoso de Noé, que no le hacía caso decidió vengarse. Así cuando la viña estuvo plantada, el diablo la regó con la sangre de un pavo real. Cuando al tiempo le brotaron las hojas, el diablo las volvió a regar con sangre de mono. Cuando los racimos de uvas comenzaron a solazarse con los rayos del sol de la mañana, volvió el diablo y las regó con sangre de un león y cuando las uvas estuvieron maduras las regó con sangre de un cerdo.
Con esto, el diablo se vengó de Noé, haciendo desde entonces que el que bebiera vino, sintiera con su primer vaso, la alegría y la vivacidad del pavo real; al segundo vaso, cuando el vino empieza a subirse a la cabeza, empezaría a hacer muecas y rarezas como el mono; al tercer vaso, el vino le pondría agresivo como un león y con el cuarto vaso, el bebedor se convertiría en un cerdo, cayendo dormido sobre sus miserias “.
Aquélla leyenda no fue del gusto de los contertulios que prefirieron dejar la bebida para otro día y levantándose salieron, tal vez, para no acabar como el cerdo de la leyenda.
Reciban un saludo
Juan J. Aranda
Málaga 18 de Agosto 2002
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