Petardos dañinos 02/09/02
SOBRE LOS PETARDOS DAÑINOS
Hace casi cincuenta años, ( ¿tantos han pasado ya ? ), los petardos que algunos niños usaban era un poquito de azufre mezclado con media pastilla de clorato (lo mas bueno y lo mas barato) depositado en una piedra plana, a ser posible en un pedazo de mármol, taparlo con otra, también plana y darle el taconazo de una bota o zapato fuerte para oír la explosión. Había veces que el montoncito era mas bien grande y el pié se le quedaba un poco dolorido. Entonces se podía ver a muchos niños con dos piedras planas, como las que usaban las niñas para el ziriguizo, y los bolsillos llenos de azufre, comprado en la droguería y pastillas de clorato de la farmacia. También vendían en los carrillos unos papeles fuertes, tipo de estraza, donde habían unas gotas de producto de “traca” que al rasparlo por el suelo o cualquier pared soltaba una pequeña traca que cualquiera podía tenerlo en la mano sin daño alguno. Y dirán ustedes que a qué viene todo este petardeo de hace medio siglo. Viene a que un señor mayor, cerca del mercado Colón de Cabrerizas fue herido por el lanzamiento de petardos por parte de unos niños o zagalones. El caso es que al pobre señor le hirieron en un muslo sin venir a cuento; vamos, como una “gracia”, que espero que de esa “gracia” solo le quede el mal recuerdo. Dice que cerca de allí se encontraban los padres de este “grupo de menores”, como dice el periódico, desentendiéndose de la gamberrada y conminándole que denunciara a los que venden los petardos y los cohetes a los menores. Y yo me pregunto : ¿ y ellos, porqué no obligan a sus hijos a que tengan unos comportamientos civilizados y no sean unos irresponsables que pueden dejar a alguien lesionado de por vida ?. Creo que deben ser ellos los que denuncien en el juzgado de guardia a los responsables de que sus irresponsables hijos puedan comprar unos petardos que pueden lesionar a algún inocente, sea el kiosquero o el almacenista y si me apuran mucho a las autoridades que permiten su venta, aunque sea legal, pero lo mas significativo es que la manipulación como juego de los mismos pueden traer consecuencias graves hacia sus hijos. Las circunstancias, aparte de ser dolorosas para el señor de la fotografía, nos las podemos imaginar si en vez de ser en el muslo derecho hubiese sido en un ojo y con las gafas puestas, porque se puede ver que el señor lleva puestas unas gafas de amplios cristales. Yo me imagino a cualquiera de nosotros con un ojo herido a consecuencia del comportamiento de unos gamberros y que los padres de estos “angelitos” te digan que debes denunciar al del carrillo (kiosco) que fue el que le vendió los petardos a sus hijos. No sirven mas comentarios.
Para cambiar de tercio y ser un poco mas refrescante y que la sonrisa, si es que se las arranco de sus labios y ya que también estamos en feria relataré lo que ocurrió en el Monumental hace ahora medio siglo.
Era la función infantil de la mañana y nos costaba una moneda de 2,50 pesetas y estábamos en el gallinero de este cine los mismos amigos de siempre. Butaca costaba un duro y eso era muy caro para nuestra economía, así que el gallinero era como algo nuestro. Recuerdo que mas de un niño, para no perderse la trama de la película, se meaba en los bancos en plena oscuridad. La película se trataba de la toma de un castillo, donde en sus murallas se libraban unas luchas de espadas y alfanjes y con un foso lleno de agua donde habían unos cocodrilos que se zampaban a cualquiera que cayera herido gritando desde las almenas o murallas. No podría asegurar si era entre moros y cristianos, el caso es que cada vez que uno que hacía de moro caía al foso después de la lucha con su adversario el griterío y el pataleo de los bancos corridos era atronador, pero cuando el que caía era uno de los hipotéticos cristianos se podía escuchar la respiración del acomodador. En uno de estos apenados silencios por parte de la chiquillería cristiana, desde un rincón del paraíso se pudo escuchar una tímida vocesita con acento del idioma de nuestros vecinos fronterizos : “Pues a los españoles también se los comen los cocodrilos, ¡ eh ! “.
Reciban un saludo
Málaga 2 de Septiembre de 2002
Juan J. Aranda
Hace casi cincuenta años, ( ¿tantos han pasado ya ? ), los petardos que algunos niños usaban era un poquito de azufre mezclado con media pastilla de clorato (lo mas bueno y lo mas barato) depositado en una piedra plana, a ser posible en un pedazo de mármol, taparlo con otra, también plana y darle el taconazo de una bota o zapato fuerte para oír la explosión. Había veces que el montoncito era mas bien grande y el pié se le quedaba un poco dolorido. Entonces se podía ver a muchos niños con dos piedras planas, como las que usaban las niñas para el ziriguizo, y los bolsillos llenos de azufre, comprado en la droguería y pastillas de clorato de la farmacia. También vendían en los carrillos unos papeles fuertes, tipo de estraza, donde habían unas gotas de producto de “traca” que al rasparlo por el suelo o cualquier pared soltaba una pequeña traca que cualquiera podía tenerlo en la mano sin daño alguno. Y dirán ustedes que a qué viene todo este petardeo de hace medio siglo. Viene a que un señor mayor, cerca del mercado Colón de Cabrerizas fue herido por el lanzamiento de petardos por parte de unos niños o zagalones. El caso es que al pobre señor le hirieron en un muslo sin venir a cuento; vamos, como una “gracia”, que espero que de esa “gracia” solo le quede el mal recuerdo. Dice que cerca de allí se encontraban los padres de este “grupo de menores”, como dice el periódico, desentendiéndose de la gamberrada y conminándole que denunciara a los que venden los petardos y los cohetes a los menores. Y yo me pregunto : ¿ y ellos, porqué no obligan a sus hijos a que tengan unos comportamientos civilizados y no sean unos irresponsables que pueden dejar a alguien lesionado de por vida ?. Creo que deben ser ellos los que denuncien en el juzgado de guardia a los responsables de que sus irresponsables hijos puedan comprar unos petardos que pueden lesionar a algún inocente, sea el kiosquero o el almacenista y si me apuran mucho a las autoridades que permiten su venta, aunque sea legal, pero lo mas significativo es que la manipulación como juego de los mismos pueden traer consecuencias graves hacia sus hijos. Las circunstancias, aparte de ser dolorosas para el señor de la fotografía, nos las podemos imaginar si en vez de ser en el muslo derecho hubiese sido en un ojo y con las gafas puestas, porque se puede ver que el señor lleva puestas unas gafas de amplios cristales. Yo me imagino a cualquiera de nosotros con un ojo herido a consecuencia del comportamiento de unos gamberros y que los padres de estos “angelitos” te digan que debes denunciar al del carrillo (kiosco) que fue el que le vendió los petardos a sus hijos. No sirven mas comentarios.
Para cambiar de tercio y ser un poco mas refrescante y que la sonrisa, si es que se las arranco de sus labios y ya que también estamos en feria relataré lo que ocurrió en el Monumental hace ahora medio siglo.
Era la función infantil de la mañana y nos costaba una moneda de 2,50 pesetas y estábamos en el gallinero de este cine los mismos amigos de siempre. Butaca costaba un duro y eso era muy caro para nuestra economía, así que el gallinero era como algo nuestro. Recuerdo que mas de un niño, para no perderse la trama de la película, se meaba en los bancos en plena oscuridad. La película se trataba de la toma de un castillo, donde en sus murallas se libraban unas luchas de espadas y alfanjes y con un foso lleno de agua donde habían unos cocodrilos que se zampaban a cualquiera que cayera herido gritando desde las almenas o murallas. No podría asegurar si era entre moros y cristianos, el caso es que cada vez que uno que hacía de moro caía al foso después de la lucha con su adversario el griterío y el pataleo de los bancos corridos era atronador, pero cuando el que caía era uno de los hipotéticos cristianos se podía escuchar la respiración del acomodador. En uno de estos apenados silencios por parte de la chiquillería cristiana, desde un rincón del paraíso se pudo escuchar una tímida vocesita con acento del idioma de nuestros vecinos fronterizos : “Pues a los españoles también se los comen los cocodrilos, ¡ eh ! “.
Reciban un saludo
Málaga 2 de Septiembre de 2002
Juan J. Aranda
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