viernes, enero 20, 2006

Un cartero despistado 18/02/02


                                        Málaga 18 de Febrero de 2002


                        UN  CARTERO  DESPISTADO

     Señor Millás:
Para mi es un placer escribir para usted estas anécdotas que le ocurrieron a un cartero de Málaga en los años cuarenta.  Quede claro que esto me lo contó, con su miajita de guasa, otro compañero que ya tenía unos cuantos añillos (son años y discúlpeme, pero me encanta su pronunciación de las eles)  en los años sesenta, que fue cuando vine trasladado como cartero a la ciudad de Málaga.  Ahora se llaman Auxiliar de Clasificación y Reparto (ACR).  Se imagina que éste llegue a su casa y toque el timbre para que le abra el portal y le diga: “el auxiliar de clasificación y reparto, le traigo un giro señor”; lo del giro es mejor, porque una carta puede ser algo chungo, o no, y si es un telegrama también podría ser esos de : “ponte en camino, papa está en la u.v.i”, que también tiene tela.    Así que dejémoslo en el giro que es mas sustancioso; a que le parece un poco raro eso de ACR, verdad ?.
El cartero protagonista de las anécdotas tenía como misión el reparto del puerto, siendo su distrito de reparto y como cada compañero hace cada día al regreso del mismo éste se puso a informar las cartas que debía devolver y una de ellas cuando pasó por el “Sabio” o el “Lector”, carteros antiguos que se conocían las calles y nombres de empresas que había en la ciudad como la palma de la mano. Éstos  eran como un filtro para evitar devoluciones indebidas.  Uno de ellos descubrió una carta que el del puerto la tenía para devolver al remitente y en la misma, respaldándola con el informe y su firma puso: ”El velero Azafranes no ha tenido entrada en éste puerto”; ¡toma ya!.   Y resulta que la carta en cuestión iba dirigida a un señor que se apellidaba Melero y por lo visto tenía alguna empresa de especias y alimentación para consignaciones  de buques.  La carta debía figurar: “ Señor Melero.  (Azafranes), Puerto de Málaga”.
La siguiente anécdota tiene su gracia pero al pobre compañero no le sentó nada bien.  
Verá usted: éste hombre, como siempre que tenía un objeto que era para entregar bajo firma, subió a un barco anclado en uno de los muelles para hacer su trabajo y estando en el camarote donde se hallaba la persona destinataria del objeto se encontró con un amigo que por lo visto hacía tiempo no se veían y como pasa siempre en éstos casos, se le fue el santo al cielo y cuando salió a cubierta para bajar al muelle lo único que veía el pobre hombre eran las lejanas playas de Málaga con el barco rumbo a Cádiz.  Así que todo el correo que llevaba tuvo que retrasarse dos días porque ya que su llegada a la Tacita de Plata fue vista y no vista, o sea, llegar y emprender viaje para Málaga con el consiguiente informe y expediente disciplinario.
Reciba un cordial saludo.

                                   Juan Jesús Aranda López


P/D  Señor Millás: Cada artículo suyo es una delicia para mi inteligencia.