Día de Inocentes y gamberradas 08/01/2002
DÍA DE INOCENTES Y GAMBERRADAS
El día de los Inocentes en España siempre ha sido día de bromas entre familiares y amistades. Colocarle a una persona desconocida, fuera el que fuera, un monigote de papel en la espalda era un reto que desafiábamos muchos niños, en particular a los soldados en la COA de los cuarteles; algunos se convertían en cómplices de nosotros en contra de sus mismos compañeros. Yo que me he llevado toda la vida laboral (38 años) en el servicio de Correos y Telégrafos he visto toda clase de bromas que se gastaban los usuarios del correo como enviarse telegramas urgentes de : “Ponte en camino, mama ha parido gemelos“, y la mama tenía mas de setenta años. Ésta broma se la gastó un hombre a su hermana desde Cádiz; como es natural la hermana se reía comentando las ocurrencias que tenía el cachondo de su hermano. Éste mismo gaditano al año siguiente le dijo que a su madre le habían tocado dos millones de pesetas en la lotería y la hermana se creía que era broma y ocurrió como lo del pastor guasón y los lobos. Pero las bromas mas fuertes que circulaban por Correos, hace ya varias décadas, eran las nuestras, las que nos gastábamos los propios funcionarios. Había una que era de lo mas pesada y lo digo así porque eran de peso físico, y era que un compañero preparaba varios paquetes de dos kilos cada uno, solían ser ladrillos o piedras planas, dirigidos a una misma persona del distrito que repartía el cartero al que se le iba a gastar la broma. Como sabrán el peso máximo de una carta es de dos kilos y por lo tanto debe ser entregada en propia mano como si fuese un sobre normal y corriente. El compañero en cuestión debía transportar en el “suabizalomos”, que es como entonces se le llamaba a la cartera de piel de vaca , la que tenía la palabra “Correos” en la solapa de cierre, hasta la dirección, que siempre era un nombre imaginario de la misma. Una vez que se personaba en la casa en cuestión y cantar el nombre, por ejemplo el de Félix Lope de Vega, el de Segismundo Conde de Montecristo y no contestarle nadie debía volver con los ladrillos encartados o las cartas enladrilladas en forma de paquetes a Correos. Ahora, que las diatribas y los tacos que soltaba cuando descubría el engaño solían ser épicos. Aquí en Málaga había un cartero que pocos días antes del de los Inocentes se entretenía en buscar cagajones de los caballos del parque para confeccionar un paquete dirigido a cualquiera de nosotros, sus mismos compañeros; también hacía paquetes de papeles, solamente papeles, todos prensados y bien liados, para que tardase en desliarlo y al final encontrarse con un resto de bocadillo de pescado frito pringoso recogido de su casa el día antes. La emoción de abrir el paquete sin saber el contenido era para ponerle música de suspense. Tambien se dedicaba a recoger de alguna casa las cacas secas de perros y gatos y las desmenuzaba para depositarlas en los ceniceros cuadrilongos, que en realidad eran ladrillos de cristal para interiores que teníamos en las mesas en el negociado de giros y reembolsos; claro que entonces no existía la sana prohibición de fumar y de los veinticinco hombres que componíamos la plantilla de ése negociado era raro el que no echara humo y claro cuando se apagaba la colilla encima de los restos de las cacas el olor era nauseabundo; y todo esto con las ventanas cerradas en Diciembre porque en Correos no existían estufas ni ventiladores, solamente eran los jefazos quienes las tenían en sus cómodos despachos.
Lo que leía en éste periódico del 29 de Diciembre en el que la policía tuvo que montar un dispositivo para que muchos gamberros, porque son gamberros, no lanzaran piedras ni huevos y mucho menos cohetes a los autobuses, llegando a herir a una persona el día 23 de ese mismo mes por la rotura de una luna. Obviamente eso no es una broma es una cabronada producida por unos “salvajes” ignorantes que merecen un castigo como los que impone juez de menores de Granada; aprender a leer y a escribir o asistir a talleres para aprender oficios o buenas costumbres, que también es bueno. Yo pienso que lo que el juez de Granada hace en aquélla ciudad es tan ejemplarizante que mucha gente que lea esto estará de acuerdo. Yo desde aquí hago el ruego, aunque caiga en saco roto, de que cesen esos actos vandálicos y que la armonía y las buenas maneras estén presentes en las calles de la ciudad.
Reciban un saludo
Juan J. Aranda
Málaga 8 Enero 2002
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