Pequeño homenaje 20/05/02
PEQUEÑO HOMENAJE AL HOMBRE QUE ME ENSEÑÓ A AMAR MAS A MELILLA
Decía George Bernanos que el honor de un pueblo pertenece a los muertos, los que viven solo lo usufructúan. Desde hace casi medio siglo, aconsejado por mi padre, con todo el respeto y admiración hacia Don Francisco Mir Berlanga, vengo usufructuando todo lo que he leído de él sobre nuestra ciudad, Melilla.
De todas las obras históricas que el señor Mir Berlanga deja para la posteridad de nuestra ciudad, “Floresta de Pequeñas Historias”, con su relato tan vital y tan actual, a pesar de haber transcurrido varios siglos, es la que siempre me trasladó a mi niñez. En 1983, cuando mi padre, anciano y enfermo, me tenía guardado como oro en paño la “Floresta “ de su admirado Mir Berlanga diciéndome que: “es oro puro, Juanito, léelo que ahí está mucho de lo ocurrido en Melilla durante siglos”. Y vaya si lo leí y lo releí. Hasta el punto que fue lo que me decidió a leer y coleccionando, con aportaciones de familiares, amigos y adquisiciones de librerías, de una pequeña y modesta biblioteca con referencia principalmente a Melilla. Entonces supe que el Fuerte de Victoria Grande junto a los pinos del Lobera, el verde paraíso de nuestros juegos infantiles, fue construido igualmente que los de San Fernando y San Miguel por Juan Martín Zermeño al que Melilla le tiene dedicada una calle. Mucho tiempo atrás sentía a Melilla como algo lírico, lirismo que a mucha gente le causaba una sonrisa como de burla. Era como si al amor que puedes olerle la piel y todo lo que él emana, nunca puedes verle la cara. A nuestra ciudad siempre le he cantado por ser la auténtica y musicada con sus jardines y calles sin laberintos; la poética y descarnada sin ninguna mezquindad; la zurcidora de recuerdos de la “Hija de Marte” de Carcaño, unidos a la vida actual que siempre intenta darnos el color que deseamos. De pequeño, todo esto fue como un puzle que historiadores como Don Francisco Mir Berlanga y otros muchos me ayudan a recomponerlo con la lectura de sus valiosos libros y como la memoria, que es el diario que todo el mundo llevamos dentro suelo disfrutar de ella al comentar, en todos mis escritos, todo lo referente a mi amada ciudad.
Hace algunos años y debido a mi trabajo de Correos, muchos de los objetos postales que llegaban a mis manos para su clasificación procedente de Melilla, llevaban una leyenda informativa de la ciudad hacia los destinatarios peninsulares y demás sitios del mundo; aquélla que dice: “Melilla se incorporó definitivamente a España en 1497. 18 años antes de que lo hiciera el Reino de Navarra. 162 años antes de que el Rosellón fuera francés. 279 años antes de que existieran los Estados Unidos de América”. Cuando en 1993 llegó a mis manos “Con el Viento de la Historia” y pasar la solapa de la portada me encontré con la leyenda en cuestión, me preguntaba si el señor Mir Berlanga fue el que inició esa información que por desgracia hoy solo se puede leer en ceniceros y objetos turísticos de la ciudad, que mucha gente de Melilla poseemos en nuestras casas, cuando realmente los que gobiernan en la Asamblea debieran promover una cosa tan simple y tan barata que es la confección de sobres con la leyenda y venderlos en estancos, papelerías y lo mas importante, en las ventanillas de Correos, siempre contando con los permisos necesarios de esta Jefatura, y no creo que hubiese problemas, siendo para que todas las personas que recibieran cualquier objeto procedente de nuestra ciudad supieran de nuestra españolidad . Es una idea que puede funcionar y se la apunto a los responsables de Turismo y de Educación del Palacio de la Plaza de España.
A Don Francisco Mir Berlanga no llegué a conocerlo personalmente, pero por sus libros llegué a ser uno de sus mejores amigos desconocido y recordando una de las frases que jamas se me olvidará: “Melilla es una ciudad que por sus gestas y hechos heroicos debe ser conocida”.
Al principio de mi niñez no sabía donde estaban escondidas las almas de nuestros héroes; sí que sabía que sus cuerpos reposaban en la Purísima bajo sus frías losas, donde junto a mis padres se saludan a diario. A veces mis recuerdos de ellos parece que se alejan lentamente, pero también contemplo cómo el agua de mis pensamientos se remansa en el estanque recóndito de mi alma para lavar mis ojos llenos de amor y nostalgia.
Juan J. Aranda
Málaga 20 Mayo 2002
Decía George Bernanos que el honor de un pueblo pertenece a los muertos, los que viven solo lo usufructúan. Desde hace casi medio siglo, aconsejado por mi padre, con todo el respeto y admiración hacia Don Francisco Mir Berlanga, vengo usufructuando todo lo que he leído de él sobre nuestra ciudad, Melilla.
De todas las obras históricas que el señor Mir Berlanga deja para la posteridad de nuestra ciudad, “Floresta de Pequeñas Historias”, con su relato tan vital y tan actual, a pesar de haber transcurrido varios siglos, es la que siempre me trasladó a mi niñez. En 1983, cuando mi padre, anciano y enfermo, me tenía guardado como oro en paño la “Floresta “ de su admirado Mir Berlanga diciéndome que: “es oro puro, Juanito, léelo que ahí está mucho de lo ocurrido en Melilla durante siglos”. Y vaya si lo leí y lo releí. Hasta el punto que fue lo que me decidió a leer y coleccionando, con aportaciones de familiares, amigos y adquisiciones de librerías, de una pequeña y modesta biblioteca con referencia principalmente a Melilla. Entonces supe que el Fuerte de Victoria Grande junto a los pinos del Lobera, el verde paraíso de nuestros juegos infantiles, fue construido igualmente que los de San Fernando y San Miguel por Juan Martín Zermeño al que Melilla le tiene dedicada una calle. Mucho tiempo atrás sentía a Melilla como algo lírico, lirismo que a mucha gente le causaba una sonrisa como de burla. Era como si al amor que puedes olerle la piel y todo lo que él emana, nunca puedes verle la cara. A nuestra ciudad siempre le he cantado por ser la auténtica y musicada con sus jardines y calles sin laberintos; la poética y descarnada sin ninguna mezquindad; la zurcidora de recuerdos de la “Hija de Marte” de Carcaño, unidos a la vida actual que siempre intenta darnos el color que deseamos. De pequeño, todo esto fue como un puzle que historiadores como Don Francisco Mir Berlanga y otros muchos me ayudan a recomponerlo con la lectura de sus valiosos libros y como la memoria, que es el diario que todo el mundo llevamos dentro suelo disfrutar de ella al comentar, en todos mis escritos, todo lo referente a mi amada ciudad.
Hace algunos años y debido a mi trabajo de Correos, muchos de los objetos postales que llegaban a mis manos para su clasificación procedente de Melilla, llevaban una leyenda informativa de la ciudad hacia los destinatarios peninsulares y demás sitios del mundo; aquélla que dice: “Melilla se incorporó definitivamente a España en 1497. 18 años antes de que lo hiciera el Reino de Navarra. 162 años antes de que el Rosellón fuera francés. 279 años antes de que existieran los Estados Unidos de América”. Cuando en 1993 llegó a mis manos “Con el Viento de la Historia” y pasar la solapa de la portada me encontré con la leyenda en cuestión, me preguntaba si el señor Mir Berlanga fue el que inició esa información que por desgracia hoy solo se puede leer en ceniceros y objetos turísticos de la ciudad, que mucha gente de Melilla poseemos en nuestras casas, cuando realmente los que gobiernan en la Asamblea debieran promover una cosa tan simple y tan barata que es la confección de sobres con la leyenda y venderlos en estancos, papelerías y lo mas importante, en las ventanillas de Correos, siempre contando con los permisos necesarios de esta Jefatura, y no creo que hubiese problemas, siendo para que todas las personas que recibieran cualquier objeto procedente de nuestra ciudad supieran de nuestra españolidad . Es una idea que puede funcionar y se la apunto a los responsables de Turismo y de Educación del Palacio de la Plaza de España.
A Don Francisco Mir Berlanga no llegué a conocerlo personalmente, pero por sus libros llegué a ser uno de sus mejores amigos desconocido y recordando una de las frases que jamas se me olvidará: “Melilla es una ciudad que por sus gestas y hechos heroicos debe ser conocida”.
Al principio de mi niñez no sabía donde estaban escondidas las almas de nuestros héroes; sí que sabía que sus cuerpos reposaban en la Purísima bajo sus frías losas, donde junto a mis padres se saludan a diario. A veces mis recuerdos de ellos parece que se alejan lentamente, pero también contemplo cómo el agua de mis pensamientos se remansa en el estanque recóndito de mi alma para lavar mis ojos llenos de amor y nostalgia.
Juan J. Aranda
Málaga 20 Mayo 2002
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