viernes, enero 20, 2006

Frases populares VIII 25/02/02

                                             FRASE POPULARES VIII


“Nene, ven aquí que te voy a dar un ostión”.    Al oír a la abuela de mi amigo decir aquélla “picardía” tan gorda siempre me quedaba un poco perplejo, hasta que supe lo que era, porque lo que se dice ostia, ergo guantazo, no era tal sino un trozo de pastel, y éste no de dulce sino de ternera y jamón; a mi siempre me pareció que la abuela de ese niño era un poco deslenguada en el hablar.  Lo del pastel de ternera y jamón fue muy popular en Málaga allá por mediados del siglo XIX.  En “El Avisador Malagueño”, que era un periódico de ésta tierra el 15 de Octubre de 1854 anunciaba : “Pastel de ternera y jamón a real ración, pasteles de ostiones y otros de meollada a cuatro cuartos cada uno”.   La meollada son los sesos de cualquier animal cuadrúpedo.
     Ésta mujer solía cantar muchas canciones de su tierra malagueña; algunas las recuerdo cuando consulto libros de la provincia y éstos son como fogonazos que alumbran mi memoria.  Hace unos días leí y anoté varios que por su gracia merecen ser contados.  Salvador Rueda solía hacer poesía de todo lo que veía en la calle y sobre todo de los vendedores ambulantes de pescado; en una de ellas dice: “Llevo el pulpo alunarado, / el jurel amarillento, / y el salmonete sangriento / por el sol disciplinado / .   Claro que ésta canción  también la recitaba mi abuela.  Ella decía que en su tierra los hombres que venden pescado por las calles lo hacían en cenachos, y como todo el mundo sabe aquí en Málaga, a la salida del puerto nos saludaba la estatua de un señor descalzo y cantando su mercancía recién cogida del copo en las playas malagueñas.   A propósito de ésta estatua del cenachero malagueño; hace unos meses la persona que sirvió de modelo falleció en la barriada de El Palo cargado de años.
      Como a muchas personas que leen algún relato o ven una fotografía le vienen a la memoria cosas de hace años a mi, al ver la fotografía de cuando empezaron a construir nuestra plaza de toros, allá por los cuarenta, que era la década en que mi madre me parió con sus correspondientes dolores, recuerdo que cuando era pequeñillo mi padre me colaba a los toros en su flamante regadera de bomberos con su ayudante, Infantes, por la puerta de la lotería de Caridad.  Recuerdo a un hombre muy mayor que pregonaba algo para el aseo.  Creo que ese hombre no hizo mucho negocio con sus ventas porque solamente se le vio un año en la feria de Septiembre.  Imagino que vendría con los feriantes y al acabar la misma se volvería para su tierra. Mi curiosidad infantil me obligaba a preguntar a mi padre qué jabón o colonia vendía aquél hombre si no se le veía nada que se refiriera al aseo; mi padre me contestaba que eran unas almohadillas muy corrientes para que la gente se sentara en ella y no se manchara el culo, pero la letra y la forma de pregonarlo eran iguales a las que oía aquí en Málaga varias décadas después.   El pregón era: “ Aseo pa la ropa, / er aseo, / a peseta er aseo, / pa  no ensuciarse los carzones, / a peseta er aseo /.    Claro que cuando en Málaga vi a otro vendedor con los mismos “arreos” ya no costaba una peseta sino cien.
     Existe un dicho famoso  que es algo jocoso: “La carabina de Ambrosio”.  Ser como la carabina de Ambrosio significa, algo así como que lo que haces no vale para nada.  “ ¡ Esto es la carabina de Ambrosio ! “, viene uno a decir que es un puro cachondeo cuando algo serio se convierte en eso, un sopleo donde todo el mundo pasa de la cuestión seria.
     Cuentan que el tal Ambrosio era un campesino que vivió a principio del siglo XIX; al ver que sus cosechas eran tan miserables por varios años de sequía decidió cambiar el arado y la espiocha por una vieja carabina desvencijada y echarse al monte, en plan bandolero y salteador de caminos.   Pero el pobre hombre como era tan apocado e incapaz de hacer daño a nadie, cada vez que detenía a alguien en los caminos, apuntándole con su vieja escopeta, que mas bien parecía una de madera como las que juegan los niños, para que soltaran todo lo de valor que llevaban encima, los asaltados se lo tomaban a chufla y ni caso le hacían.   Él decía que era por culpa de la escopeta, entregando sus pertenencias, a veces, a los que creía que eran mas pobres que él.
Otro dicho que merece una reflexión es: “ Una sola boca hay / y dos orejas tenemos, / para que oigamos mas que hablemos ” /.    Éste se parece al proverbio latino que dice: “ La sabiduría viene de escuchar; de hablar, el arrepentimiento”.    
Reciban un cordial saludo.



                                   Juan J. Aranda


                                   Málaga 25 Febrero 2002