En recuerdo de Rafalito 01/07/02
EN RECUERDO DE RAFAEL LOZANO (RAFALITO)
Hace unos días, por mediación de mi hermana Mari Sol, vino a mi poder unos recortes de periódicos de Melilla que me trajeron recuerdos de cuando andaba con pantalones cortos por las calles Duque de la Torre y Castellón. Estos recortes pertenecían a Rafael Lozano, un vecino del Callejón del Curruquero, muerto hace varios meses. Rafael era hijo de la señora Antonia (la planchadora), amiga de la infancia de mi madre, amistad que duró hasta que Dios se las llevó. Ambas, cuando apenas eran unas jovencitas aprendieron el arte de coser y planchar en un taller de costura, (hoy academia de corte y confección) allá por los años veinte en casa de un señor con nombre de lo que era, sastre, el señor Agapito en la Cañada o calle de Castelar, entre los estrechos callejones de la panadería de Aznar y el siguiente paralelo, mas estrecho aún, que desembocan en la calle de Sagasta. Recuerdo que la señora Antonia tenía siempre en un anafre alargado, parecido a los que se usan para asar pinchitos, varias planchas de hierro calentándose y en un plato hondo el clásico almidón para los cuellos de las camisas, las tiras bordadas y los ajuares de muchas muchachas de Melilla.
El nombre del Callejón Curruquero donde nació y se crió Rafael como muchos otros siempre me intrigó, por el nombre, que mas bien parece el de un cantaor de flamenco, como el del Aceitero o el de Pepe Matías. Sobre estos dos últimos supe hace varias décadas, por medio de lecturas de la época y también por familiares enamorados de la historia de nuestra ciudad que el Aceitero era como es lógico por un señor que vendía aceite y era propietario de varias fincas del mismo callejón lindando con la tienda de la señora Esperanza en la calle Duque de la Torre, donde en el patio, creo que aún existe un pozo que entonces se podía sacar agua por el lado del callejón del mismo nombre y por el patio de vecinos. El de Pepe Matías se le denominó en memoria de un señor que era el patrón de un falucho que a finales del siglo XIX traía víveres a la Plaza desde la Península, siendo, por así decirlo, el primer armador de buques de nuestra ciudad, (página 246, “Melillerías” de Constantino Domínguez). El autor de “Melillerías” dice que aún quedaban familiares de este señor en Melilla y creo que no se equivocaba porque en el mismo callejón que lleva su nombre, esquina con Teruel o Duque de la Torre, en los años cincuenta, vivían esos familiares. Hay que ver la de veces que ha cambiado de nombre esa calle, aunque los de mi época siempre la hemos llamado : calle Duque, omitiendo De la Torre, titulo que tenía el General Francisco Serrano Domínguez. Mas tarde le cambiaron el nombre por el de Teruel y en la actualidad creo que está rotulada con otro distinto. Pero vamos al del Curruquero que es el que mas me ha intrigado desde siempre. Mucha gente antigua comentaba que a dicho callejón se le denominaba así porque un señor llamado José Peralta Carrascosa poseía una tienda donde vendía unos dulces de su exclusividad al que bautizó con el nombre de “Currucos”. También hubo otras personas que decían que este señor, aparte de vender esos dulces criaba pájaros currucas. Pájaros que sus nidos sirven para que los sinvergüenzas de los cucos suelten sus huevos y aquéllos se los críen por la cara y cuando están medio criados expulsan del nido a sus verdaderos dueños zampándose la comida que les traen sus generosos “padres”. O sea que cuando te llaman : “pero que cuco eres “, te están diciendo abusón. También decían los mas viejos del barrio que el “Jaime I “, el barco de guerra que no se sublevó contra la República, de uno de sus bombardeos a Melilla cayó una de sus bombas en ese callejón destruyendo la casa y matando a varias personas. No sé si en las hemerotecas de aquéllos años vendrá reflejado algo de ese bombardeo . Como también, en esos mismos años, por Navidades en el Gurugú se instalaba una gran estrella navideña que se podía ver desde todos los puntos de la ciudad. Entonces se les podía decir a los niños que los Reyes Magos venían realmente de Oriente en vez de por mar como lo hacen en esta ciudad de Málaga. Esta anécdota de la estrella del Gurugú me la explicó hace varias décadas el viejo de la boina y el bastón.
Desde estas líneas les envío de todo corazón mi mas sentido pésame a los familiares de Rafael Lozano, Rafalito para los amigos y vecinos de aquéllos años.
Reciban un cordial saludo.
Málaga 1 de Julio de 2002
Juan J. Aranda
Hace unos días, por mediación de mi hermana Mari Sol, vino a mi poder unos recortes de periódicos de Melilla que me trajeron recuerdos de cuando andaba con pantalones cortos por las calles Duque de la Torre y Castellón. Estos recortes pertenecían a Rafael Lozano, un vecino del Callejón del Curruquero, muerto hace varios meses. Rafael era hijo de la señora Antonia (la planchadora), amiga de la infancia de mi madre, amistad que duró hasta que Dios se las llevó. Ambas, cuando apenas eran unas jovencitas aprendieron el arte de coser y planchar en un taller de costura, (hoy academia de corte y confección) allá por los años veinte en casa de un señor con nombre de lo que era, sastre, el señor Agapito en la Cañada o calle de Castelar, entre los estrechos callejones de la panadería de Aznar y el siguiente paralelo, mas estrecho aún, que desembocan en la calle de Sagasta. Recuerdo que la señora Antonia tenía siempre en un anafre alargado, parecido a los que se usan para asar pinchitos, varias planchas de hierro calentándose y en un plato hondo el clásico almidón para los cuellos de las camisas, las tiras bordadas y los ajuares de muchas muchachas de Melilla.
El nombre del Callejón Curruquero donde nació y se crió Rafael como muchos otros siempre me intrigó, por el nombre, que mas bien parece el de un cantaor de flamenco, como el del Aceitero o el de Pepe Matías. Sobre estos dos últimos supe hace varias décadas, por medio de lecturas de la época y también por familiares enamorados de la historia de nuestra ciudad que el Aceitero era como es lógico por un señor que vendía aceite y era propietario de varias fincas del mismo callejón lindando con la tienda de la señora Esperanza en la calle Duque de la Torre, donde en el patio, creo que aún existe un pozo que entonces se podía sacar agua por el lado del callejón del mismo nombre y por el patio de vecinos. El de Pepe Matías se le denominó en memoria de un señor que era el patrón de un falucho que a finales del siglo XIX traía víveres a la Plaza desde la Península, siendo, por así decirlo, el primer armador de buques de nuestra ciudad, (página 246, “Melillerías” de Constantino Domínguez). El autor de “Melillerías” dice que aún quedaban familiares de este señor en Melilla y creo que no se equivocaba porque en el mismo callejón que lleva su nombre, esquina con Teruel o Duque de la Torre, en los años cincuenta, vivían esos familiares. Hay que ver la de veces que ha cambiado de nombre esa calle, aunque los de mi época siempre la hemos llamado : calle Duque, omitiendo De la Torre, titulo que tenía el General Francisco Serrano Domínguez. Mas tarde le cambiaron el nombre por el de Teruel y en la actualidad creo que está rotulada con otro distinto. Pero vamos al del Curruquero que es el que mas me ha intrigado desde siempre. Mucha gente antigua comentaba que a dicho callejón se le denominaba así porque un señor llamado José Peralta Carrascosa poseía una tienda donde vendía unos dulces de su exclusividad al que bautizó con el nombre de “Currucos”. También hubo otras personas que decían que este señor, aparte de vender esos dulces criaba pájaros currucas. Pájaros que sus nidos sirven para que los sinvergüenzas de los cucos suelten sus huevos y aquéllos se los críen por la cara y cuando están medio criados expulsan del nido a sus verdaderos dueños zampándose la comida que les traen sus generosos “padres”. O sea que cuando te llaman : “pero que cuco eres “, te están diciendo abusón. También decían los mas viejos del barrio que el “Jaime I “, el barco de guerra que no se sublevó contra la República, de uno de sus bombardeos a Melilla cayó una de sus bombas en ese callejón destruyendo la casa y matando a varias personas. No sé si en las hemerotecas de aquéllos años vendrá reflejado algo de ese bombardeo . Como también, en esos mismos años, por Navidades en el Gurugú se instalaba una gran estrella navideña que se podía ver desde todos los puntos de la ciudad. Entonces se les podía decir a los niños que los Reyes Magos venían realmente de Oriente en vez de por mar como lo hacen en esta ciudad de Málaga. Esta anécdota de la estrella del Gurugú me la explicó hace varias décadas el viejo de la boina y el bastón.
Desde estas líneas les envío de todo corazón mi mas sentido pésame a los familiares de Rafael Lozano, Rafalito para los amigos y vecinos de aquéllos años.
Reciban un cordial saludo.
Málaga 1 de Julio de 2002
Juan J. Aranda
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