Este Arandilla 27/12/02
“ESTE ARANDILLA” REPLICA AL SEÑOR MORILLA DESDE ESTA OTRA ORILLA
(El título me ha salido fetén con su mijita de mandanga)
Hace muchos años mi madre, que me quería mas que a la niña de sus ojos, cuando yo estaba “empachado” y le decía que me dolía la barriga, no el estómago, me arreglaba, se ponía el vestido de los domingos y, ¡hale!, a casa de don Juan Espona; galeno, con las trompas de Eustaquio en estado de letargo, que vivía en la calle de Cándido Lobera, frente a la parada de los taxis. Allí don Juan lo único que le recetaba para mis retortijones era un vaso de agua de Carabaña o de aceite de ricino. Como comprenderá cuando eso se tomaba había que quedarse en casa durante toda la tarde o el día entero, porque si no la carga se venía hacia atrás, y las pasabas canutas. Claro que las tuberías digestivas quedaban mas limpias que una patena, y al rato otra vez a darle que te pego con los bollos con aceite y azúcar; ¡qué tiempos!. Yo, humildemente, señor Morilla, le recomiendo un buen purgante, pero no para sus tuberías digestivas, que espero que le funcionen bien, no, mi recomendación es para que se haga una cura de humildad, y de paso, también de modestia, y expulse la presunción, la arrogancia, la petulancia, la jactancia, y tantos antónimos que tiene la humildad. Todo esto viene a que el día 22 de noviembre en sus “Cosas como son”, que no son como usted las dice, por supuesto, me llama provocador, mentecato, bajo y chabacano. También me llama : “este Arandilla que se largó a Málaga para evitarse los problemas que tenemos en común que, los que permanecemos aquí y no en la otra orilla cómoda, a donde nunca podrían llegar los cascotes de la Traca, si algún día el pescado se pone feo, y este ciudadano se enteraría por Canal Sur, la televisión de su Señorito Chaves “.
Señor Morilla : la procedencia de mis apellidos, Aranda y López, yo creo que son muy comunes entre los castellanos, aunque he intentado recopilar de mis antepasados, me quedo en 1876 con los padres de mis bisabuelos, fecha en que se inauguraron los registros civiles. “Arandilla” es un apelativo cariñoso que me decían en el colegio de Ataque Seco y en el Instituto de García Cabrelles, pero por el tono de su escrito me ha parecido un pelín peyorativo. Yo me he leído en el Espasa el significado de su apellido, Morilla, y dice : “ Morilla, que en botánica quiere decir, Cagarria, o sea, una colmenilla, un hongo comestible del género Morchella, próximo al de los sombreretes, o Helvella, que pueden ocasionar envenenamientos en algunos casos ”.
No quisiera parecer grosero pero le diré que si estoy en esta otra orilla es ¡¡ PORQUE ME DA LA GANA!!, lo mismo que está usted en esa otra, como maestro de escuela, en un colegio en Marruecos y cobrando 800.000 pesetas cada mes, (me lo dijo usted). Sobre los cascotes de la “traca” le diré que si tiene jindama, ya sabe, aquí en los pueblos de Andalucía hay un puñado de vacantes de maestros y usted con sus trienios y su experiencia lo haría estupendamente, ahora que olvídese de las 800.000 púas (conviértala usted en euros) del ala que le ingresan cada mes. Al señor Chaves, socialista y Presidente de la Junta de Andalucía, antaño su camarada, no lo conozco personalmente, solamente lo veo cada vez que, hogaño su compañera, la señora Teófila, alcaldesa de Cádiz, le arma las trifulcas en el Palacio de San Telmo; que por cierto la televisión andaluza no me gusta nada; para mí es un poco bodrio; así que espero que quede aclarado.
Yo de usted, como “pepero” furibundo, me metería con los desaprensivos mafiosos, amos y señores del dinero cabrón que tienen en paraísos fiscales y que sus barcos ensucian nuestras costas. A los políticos, si son demagogos, ¡leña al mono!, pero si solamente se ofrecen para ayudar y les dan un guantazo sin manos, hay que matizarlo un poco antes de darle la leña. Ahora, que el que haya tenido la culpa del alejamiento del apestoso Prestige, que se aguante con las críticas cuando le han pillado con el culo al aire cuando practicaban el mal llamado arte de Diana, la caza. Tanto a unos como a otros las críticas se les compensa con los sueldazos, parecidos al suyo, que les pagamos entre todos los españolitos.
En la vida las cosas desagradables hay que tomarlas con una gran dosis de buen humor y no disfrazar la venganza con el manto de la justicia, como al parecer está haciendo usted con sus antiguos camaradas socialistas. La adulación, señor Morilla, no nos hace mas grandes ni mas pequeños, nos hace vulgarmente unos pelotas. Yo creo, y quizás me equivoque, que los victoriosos, como en este caso el partido que gobierna, tiene muchos, muchísimos, grandes cantidades de amigos trepas que les hacen la pelota en todos los medios, incluidos a los que están en la cresta de la ola política local; pero el vencido, solamente tiene unos buenos amigos.
Señor Morilla, aunque esté en esta otra orilla, mi alma y mi corazón son melillenses pero como da la casualidad de que soy biznieto, nieto, hijo y padre de malagueños, y también me gusta compartir, pues qué quiere que le diga, que también me siento malagueño, igualito que usted con su pueblo peninsular.
Reciba un cordialísimo saludo de este emigrante.
Juan J. Aranda
Málaga 27 diciembre 2002
(El título me ha salido fetén con su mijita de mandanga)
Hace muchos años mi madre, que me quería mas que a la niña de sus ojos, cuando yo estaba “empachado” y le decía que me dolía la barriga, no el estómago, me arreglaba, se ponía el vestido de los domingos y, ¡hale!, a casa de don Juan Espona; galeno, con las trompas de Eustaquio en estado de letargo, que vivía en la calle de Cándido Lobera, frente a la parada de los taxis. Allí don Juan lo único que le recetaba para mis retortijones era un vaso de agua de Carabaña o de aceite de ricino. Como comprenderá cuando eso se tomaba había que quedarse en casa durante toda la tarde o el día entero, porque si no la carga se venía hacia atrás, y las pasabas canutas. Claro que las tuberías digestivas quedaban mas limpias que una patena, y al rato otra vez a darle que te pego con los bollos con aceite y azúcar; ¡qué tiempos!. Yo, humildemente, señor Morilla, le recomiendo un buen purgante, pero no para sus tuberías digestivas, que espero que le funcionen bien, no, mi recomendación es para que se haga una cura de humildad, y de paso, también de modestia, y expulse la presunción, la arrogancia, la petulancia, la jactancia, y tantos antónimos que tiene la humildad. Todo esto viene a que el día 22 de noviembre en sus “Cosas como son”, que no son como usted las dice, por supuesto, me llama provocador, mentecato, bajo y chabacano. También me llama : “este Arandilla que se largó a Málaga para evitarse los problemas que tenemos en común que, los que permanecemos aquí y no en la otra orilla cómoda, a donde nunca podrían llegar los cascotes de la Traca, si algún día el pescado se pone feo, y este ciudadano se enteraría por Canal Sur, la televisión de su Señorito Chaves “.
Señor Morilla : la procedencia de mis apellidos, Aranda y López, yo creo que son muy comunes entre los castellanos, aunque he intentado recopilar de mis antepasados, me quedo en 1876 con los padres de mis bisabuelos, fecha en que se inauguraron los registros civiles. “Arandilla” es un apelativo cariñoso que me decían en el colegio de Ataque Seco y en el Instituto de García Cabrelles, pero por el tono de su escrito me ha parecido un pelín peyorativo. Yo me he leído en el Espasa el significado de su apellido, Morilla, y dice : “ Morilla, que en botánica quiere decir, Cagarria, o sea, una colmenilla, un hongo comestible del género Morchella, próximo al de los sombreretes, o Helvella, que pueden ocasionar envenenamientos en algunos casos ”.
No quisiera parecer grosero pero le diré que si estoy en esta otra orilla es ¡¡ PORQUE ME DA LA GANA!!, lo mismo que está usted en esa otra, como maestro de escuela, en un colegio en Marruecos y cobrando 800.000 pesetas cada mes, (me lo dijo usted). Sobre los cascotes de la “traca” le diré que si tiene jindama, ya sabe, aquí en los pueblos de Andalucía hay un puñado de vacantes de maestros y usted con sus trienios y su experiencia lo haría estupendamente, ahora que olvídese de las 800.000 púas (conviértala usted en euros) del ala que le ingresan cada mes. Al señor Chaves, socialista y Presidente de la Junta de Andalucía, antaño su camarada, no lo conozco personalmente, solamente lo veo cada vez que, hogaño su compañera, la señora Teófila, alcaldesa de Cádiz, le arma las trifulcas en el Palacio de San Telmo; que por cierto la televisión andaluza no me gusta nada; para mí es un poco bodrio; así que espero que quede aclarado.
Yo de usted, como “pepero” furibundo, me metería con los desaprensivos mafiosos, amos y señores del dinero cabrón que tienen en paraísos fiscales y que sus barcos ensucian nuestras costas. A los políticos, si son demagogos, ¡leña al mono!, pero si solamente se ofrecen para ayudar y les dan un guantazo sin manos, hay que matizarlo un poco antes de darle la leña. Ahora, que el que haya tenido la culpa del alejamiento del apestoso Prestige, que se aguante con las críticas cuando le han pillado con el culo al aire cuando practicaban el mal llamado arte de Diana, la caza. Tanto a unos como a otros las críticas se les compensa con los sueldazos, parecidos al suyo, que les pagamos entre todos los españolitos.
En la vida las cosas desagradables hay que tomarlas con una gran dosis de buen humor y no disfrazar la venganza con el manto de la justicia, como al parecer está haciendo usted con sus antiguos camaradas socialistas. La adulación, señor Morilla, no nos hace mas grandes ni mas pequeños, nos hace vulgarmente unos pelotas. Yo creo, y quizás me equivoque, que los victoriosos, como en este caso el partido que gobierna, tiene muchos, muchísimos, grandes cantidades de amigos trepas que les hacen la pelota en todos los medios, incluidos a los que están en la cresta de la ola política local; pero el vencido, solamente tiene unos buenos amigos.
Señor Morilla, aunque esté en esta otra orilla, mi alma y mi corazón son melillenses pero como da la casualidad de que soy biznieto, nieto, hijo y padre de malagueños, y también me gusta compartir, pues qué quiere que le diga, que también me siento malagueño, igualito que usted con su pueblo peninsular.
Reciba un cordialísimo saludo de este emigrante.
Juan J. Aranda
Málaga 27 diciembre 2002
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