domingo, febrero 12, 2006

Conversaciones con Rafalito 30/12/02

CONVERSACIONES CON RAFALITO

Hoy me ha traído mi amigo don Rafael, Rafalito para los amigos, un poema que yo tenía guardado y que no encontraba por ningún sitio ya que a veces mi mesa y mis cajones son como la de Abraham, uno de los muchos zapateros del Rastro de hace muchos años, mas de cincuenta; menudas medias suelas de goma te hacía Abraham, que no se gastaban jamás; la mesa de Alberto, el latero, era tres cuartas partes de lo mismo, pero te hacía unos jarrillos de lata que hoy serían una reliquia artesana. Disculpen que me vaya a los años en que fui niño feliz; aunque se que mas de uno que lea esto su memoria volará, junto a los olores del té y la hierbabuena, por el Rastro de aquéllos años. El poema se refiere al comportamiento que tienen muchos hombres andaluces con sus madres. Rafalito no sabe quien lo escribió, lo ha copiado y ya está, yo tampoco lo se, pero vale la pena recordarlo porque es el vivo retrato de muchos andaluces zalameros para con las que les dieron la vida: “Al andaluz retador / y excesivo en ponderar,/ no se le puede negar / que es gente de buen humor; / viven sin pena ni dolor, / galantean a sus madres, / jamás le faltan azares, / y en sus desafíos todos / se dicen dos mil apodos / y luego quedan compadres ”. Yo recuerdo a un niño que era como el que se describe en estos versos. Tenía la risa de cascabel. Reía siempre despreocupado como suelen hacer los niños felices que no ven en sus casas hechos desagradables en sus padres. Para mucha gente ese niño era un desvergonzado porque, al ser enviado por una vecina a por un mandado a la tienda de Micaela en la calle Duque (Teruel), le contestaba:”mi señor padre me impide que haga mandaos a nadie, además, que vaya su hijo que está en su casa”. ¡Descarado, vaya con el niño...!. Lo de señor padre tenía su mijita de retranca. Había otro niño que era todo lo contrario. Éste chavea se llamaba Odón, y no vean el cachondeo con el nombrecito. Llevaba un llanto dentro de su corazón, jamás se le veía una lágrima; siempre tenía hambre, nunca dijo no a un pedazo de pan, él siempre pedía “parte”, pero jamás daba la suya porque tampoco salía con ningún bollo a la calle. En su casa siempre había hambre y disgustos. El olor de su casa era rancio y de comida añeja; nunca dijo picardías infantiles, no le daba tiempo, solo sentía tristeza. Cuando se hizo mayor, de comunión cumplida, le llamábamos necromaníaco por estar siempre hablando de muertos y cosas fúnebres. Como comprenderán nosotros no teníamos idea de lo que significaba necromaníaco, la explicación nos la dio un señor, vecino de la calle que tenía mas guasa que todos nosotros juntos. Rafalito, como gran conversador que es y poseedor de una vasta cultura (no es universitario) me “instruye” con una humildad propia de un padre. Yo no sabía aconsejar a un octogenario pero aprendí que si lo envolvía con la verdadera adulación para que se le levantase el ánimo abatido por una enfermedad, pasajera para jóvenes, no para él, me daba por satisfecho. Tengo que decir que mi amigo ha estado con gripe y su salud ha bajado dos peldaños, y volver a subirlos le está costando trabajillo. Aparte del poema andaluz me ha contado una pequeña historia de una señora de su pueblo que se llamaba doña Violante y le decían doña Violada y doña Violenta por lo casquivana que era. Frases como estas le hacen reir, y sus contestaciones sobre música son de filósofo, como por ejemplo lo que me contestó a la pregunta qué músico le gustaba mas, Beethoven, Wagner o Mozart. Sobre el sordo Beethoven me dijo que fue un verdadero genio; del otro alemán, el de Tanhauser, opina que era muy circunspecto y un cabeza cuadrada, como buen teutón, y del gran Amadeus solo dijo una frase: Juanito, Mozart es la música en todos los aspectos, y tu debieras saberlo, ya que siempre estás hablando de él; y es verdad. Cuando me ve con el bloc y el bolígrafo se sonríe porque sabe que le digo que no vaya tan deprisa para poder anotar todas sus frases tan ocurrentes. Una de sus favoritas es: la experiencia es un peine que te regalan cuando ya no tienes pelos, o que fue el espermatozoide ganador que su madre crió en sus entrañas. De verdad que es un viejo lleno de bondad y de sabiduría. Dice que su ignorancia es tan grande que desearía poner todas las palabras que persigue, cuando lee, en lo que escribe. Son sublimes algunas y a veces, estas mismas, parecen crueles cuando las coloca en alguna frase peyorativa. A mi la que mas me agrada es cuando se despide diciéndome: si vas por tu tierra, saluda al soldado de la Plaza de España, que el pobre lleva haciendo guardia setenta años y le han cagado cientos de generaciones de palomas.
Pues lo dicho, reciban un saludo y háganlo extensivo a ese soldado, fiel reflejo de todos los que cayeron por nuestra ciudad, Melilla, hija del País tan cojonudo que es España.

Juan J. Aranda
Málaga 30 de diciembre de 2002